después
Tal vez ese hecho me ayudó a tener una concepción distinta de la muerte, de nuestro pasar por la tierra. Después de nueve o diez meses de lucha, murió mi abuela en una clínica del seguro social, estabamos afuera del forense y recuerdo como abrieron un cajón, con una bolsa, grande, negra. En ese momento ví la cara de mi padre, leí su pensamiento -Ya, se fue- la familia lloraba mientras mi hermana y yo, callados, inmutados. Seguido, el velorio, toda una noche ahí, no recuerdo muchas cosas porque dormía, en la mañana fuimos a buscar un padre, la misa fue significativa.
Un viaje de una hora, en caravana, al crematorio, otra misa, incineración. Mi padre le preguntó al encargado si podía ver como se llevaba a cabo el proceso, yo de broma dije - ¡ahí, sí! el cráneo de mi abuela de recuerdo, hasta podemos ponerle su nombre- algunos de la familia pensaron que fue muy mala educación, aún así, conocí los hornos, ví como el cuerpo de mi abuela se fundía en el fuego; entierro en un día de lluvia. Su última voluntad era poner las cenizas de nuevo en el ataúd, fuimos a comer, pizza, me acosté temprano ese día.
Día siguiente, domingo, me desperté y ese día, es el más lleno de luz, fue un día blanco, resplandeciente, nunca más he vuelto a experimentar esa sensación de paz. se fue mi abuela y se fue su sufrimiento de letargo, su alma desauciada, su espera del descanso después del dolor... realmente la necesitaba.
IN MEMORIAM
Patricia López